El último feriado largo de semana Santa,
aprovechamos con mi esposa para viajar a Córdoba y reencontrarnos con su
familia. Desde hace más de un año que tenemos auto y para mí fue descubrir un
nuevo mundo. Tuve que aprender a manejar, y en ese aprendizaje cometí algunos
errores: ¡dos o tres raspones! Una de las cosas que más me cuesta es dedicarle
tiempo al auto, tiempo para limpiarlo y tiempo para controlarlo. Es así que nos fuimos, conduciendo más de 800 kilómetros.
El viaje fue sin sobresaltos, todo tranquilo.
Cada vez que llegamos a Córdoba, mi suegro se
encarga de preguntarme si le inflé las ruedas, si lo llevé a controlar, si le
medí el aceite. Un día antes de salir, yo había llevado el auto al técnico para
que me lo controlara, pero no tenía ningún turno libre.
Ya que estaba mi cuñado y él sabe más que yo de
autos, me ayudó a controlarlo. Gran sorpresa nos llevamos cuanto medimos el
aceite. Estaba seco. Sí, completamente seco, ni una gotita de aceite. Yo le dije un poco
nervioso: “¡Cómo que no tiene aceite, si no me marcó ninguna lucecita de
alerta!”. Después me enteré que si la lucecita se prende es porque ya está en
las últimas y en muy probable que ya no haya nada que hacer, ¡es muy probable
que se funda el motor!
Lo que aprendí de esa experiencia es que no debo
posponer el control cada 5 mil kilómetros y que no debo esperar a que el
tablero me marque con una lucecita roja que me falta aceite.
Lo que me pareció extraño es que el auto anduvo
bien en todo el viaje, que ni me dí cuenta que algo raro pasaba.
Ahora bien,
¿No pasa algo semejante en los noviazgos, y mayor aún en los
matrimonios?
Tal parece que una vez que conquistamos al amor de
nuestra vida, una vez que aprendimos a “manejarnos” viviendo con el otro, nos
olvidamos de que hay que controlarle el “aceite” a la relación. Hay parejas que
solamente se preocupan por su relación cuando se enciende la “luz roja”, y en
muchos casos cuando la señal de alerta se prende ya es un poco tarde.
Creo que si me quede sin aceite, es porque soy
cómodo, porque pienso que nunca nada me va a pasar a mí, porque creo que esas
cosas le pasan a otros. Pero, cuando nos acostumbramos a las cosas, cuando nos
ponemos cómodos, perezosos en nuestras relaciones estas terminan por
debilitarse.
He escuchado muchos casos en donde las parejas
dicen frases como esta: “No sé qué pasó, si estábamos bien”. Pero ¿Qué es estar
bien? ¿Estar bien es vivir en una tranquilidad aparente, en una paz en donde no
se discuten los problemas sino que se los esconde? ¿Eso es estar bien?
El aceite que necesita una relación es el dialogo.
Un dialogo abierto y sincero, un dialogo en donde no tengamos miedo a exponer
todo lo que nos pasa en la relación.
El aceite que necesita una relación es el tiempo de
calidad. No se trata de la cantidad, sino de cómo se aprovecha ese tiempo
juntos. Y para que quede claro pasar un tiempo de calidad no es mirar abrazados
una película, sino que se trata de conectarse íntimamente con el otro en ese
tiempo que nos dedicamos.
Así como busqué ayuda con el auto, recurriendo a mi
cuñado. Así también debemos buscar ayudas con personas que saben sobre
relaciones, sobre matrimonios, sobre noviazgos. ¡Hay tantos dispuestos a
brindarnos una mano en nuestra relación!
No esperemos a que las cosas se pongan difíciles,
no esperemos a estar en la última para pedir ayuda, para ponerle aceite al
auto.
Si no nos preocupamos por nuestra relación, nadie
más lo hará. Lo que no hagas por tu relación no lo hará otro.
Andrés Nicolás Obregón
0 comentarios:
Publicar un comentario